en
casa de la abuela nicolashka las
lágrimas estaban prohibidas hasta que llegaba el verano y nos trasladábamos a
la casa del mar negro. allí era cuando la abuela nos permitía llorar todas las
penas acumuladas durante los meses anteriores.
según
la abuela las lágrimas atraían el frío y las nubes negras. y el invierno en
rusia, decía, ya era demasiado duro para que nosotras lo oscureciésemos todavía
más. aseguraba que, con sólo aguantarlas un poquito en el borde de los ojos, las
lágrimas se deshacían, las penas se
volvían más blanditas y acaban por olvidarse…
fuesen verdad o no las palabras de la abuela, lo cierto es que mis hermanas y yo no soltábamos ni una lágrima
durante los meses que pasábamos con ella. lo más difícil era aguantarlas
cuando mamá se iba de gira…pero pensar en que el cielo se volviese todavía más
negro nos asustaba demasiado y al final ocurría: a fuerza de no dejarlas salir, las lágrimas y las penas se quedaban en
algún lugar de dentro muy lejano y muy olvidado.
la
abuela estaba convencida de que con esta disciplina de aguantar el llanto
durante los meses del frío, acabaría por apartar para siempre la tristeza de
nuestras vidas. y en parte, ha sido así…casi siempre.
cuando
llegábamos a nuestra casa a orillas del mar, lo primero que hacía la abuela,
incluso antes de deshacer las maletas, era llevarnos a un viejo embarcadero.
nos sentaba a allochka, a klava y a mi, y nos decía: ahora niñas, llorad todas
las lágrimas que habéis aguantado este invierno…el mar se las llevará muy lejos
y esas penas que lloréis ahora no volverán nunca más…
a
pesar de que aquel momento en el muelle era verdaderamente feliz, las palabras
de la abuela surtían un efecto extrañísimo. mis hermanas y yo comenzábamos a derramar
lágrimas de una manera desconsolada. la abuela sentada a nuestro lado
permanecía en silencio, mirando al infinito como buscando el punto exacto en el
que se iba a hundir para siempre nuestro llanto.
cuando
terminábamos de llorar la abuela nos envolvía en un grandísimo abrazo, nos
íbamos a casa, abríamos todas las ventanas y dejábamos que de nuevo la
felicidad y las risas se instalasen en nuestras vidas.
ahora
que soy mayor y que la abuela nicolashka no puedo verme, reconozco que cuando
llega el invierno siempre hay alguna lágrima que intenta escaparse. en esos
momentos, corro a buscar mis viejas aletas rojas. son las únicas que consiguen
de verdad que todas las penas se alejen, por lo menos hasta que pase el
invierno.
Querida, este invierno la llevaré a bailar para que a esas lágrimas sólo se les ocurra aparecer cuando las llame la risa!
ResponderEliminarAquí preguntan si no hay más.. Quieren otra!
ResponderEliminarHola : donde se pueden comprar tus artículos en Vigo ?? O online
ResponderEliminarHola, cómo podría contactar contigo?
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