en
rusia, cuando llega la primavera, las bailarinas cuelgan sus zapatillas en
tendales de cuerda, junto a un ramo de paniculada…les trae suerte en la nueva
temporada.
mamá
llegaba siempre a mediados de abril. de repente despertábamos una mañana y allí
estaban sus zapatillas. era la señal de la felicidad absoluta. mamá estaba en
casa! corríamos a despertarla a su
habitación, ante los ruegos inútiles de la abuela nicolashka, y nos lanzábamos
a su cama. y allí estaba ella,
recibiéndonos con el abrazo más grande que jamás he visto y con una carcajada
que no paraba de sonar hasta que la arrastrábamos al jardín.
recuerdo
a mamá con el pelo suelto…bailando descalza
sobre la hierba. feliz y libre. en las épocas en las que el ballet
descansaba mamá liberaba su pelo y sus pies. se olvidaba de redecillas, de
moños o de las trenzas tradicionales. y jamás se ponía zapatos a no ser que
tuviese que salir a hacer alguna compra a la tienda de la señora katenka. nosotras queríamos imitarla, aunque ella
suavemente nos disuadía. para ir a la escuela trenzas y buenos zapatos, nos
decía. pero a mi me dejaba llevar
siempre las aletas. eso sí, bien guardadas en alguna de las bolsas que me había
cosido la abuela.
así
que mamá era primavera y finales de verano. recuerdo que tras la puerta de su
cuarto siempre colgaba un sombrero sin el que jamás salía a pasear, algún
vestido ligero, también hecho por la abuela nicolashka…y mis dibujos. mamá
siempre ponía mis dibujos tras la puerta. decía que quería verlos antes de
dormirse y después de despertarse. cuando empezaba la gira se los llevaba con
ella. yo me quedaba con su olor y con el ramo de paniculada, que se había
secado al sol de los últimos meses.
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